sábado, 10 de marzo de 2012

Gervasio Sánchez. "Antología" Exposición en Tabacalera




 La exposición antológica de Gervasio Sánchez traza un extenso recorrido por la dilatada trayectoria fotoperiodística de este prestigioso reportero cordobés afincado en Zaragoza; una trayectoria que se inicia en Centroamérica en 1984 y que se extiende, de manera ininterrumpida, hasta hoy.

El objetivo de esta muestra antológica es divulgar un legado visual de enorme valor histórico y documental en el que se combina un material prácticamente inédito –obtenido durante sus primeros años de aprendizaje y formación- con fotografías de actualidad ampliamente difundidas y con proyectos documentales realizados a lo largo plazo que han otorgado una indudable solidez a su obra.

La proyecto, en el que se  incluyen un total de 148 fotos (63 en color y 85 en blanco y negro) y 96 retratos, se estructura de forma cronológica y se vertebra en torno a cinco grandes bloques temáticos:

América Latina 1984/1992
Balcanes 1991/1999
África 1994/2004
Vidas minadas 1995/2007
Desaparecidos 1998/2010

Tabacalera, C/ Embajadores, 53. Del 6 de marzo al 10 de junio
Horario: de martes a viernes de 12h. a 20 h. sábados, domingos y festivos de 11 h. a 20 h.
Lunes cerrado. Entrada gratuita.


Recupero una entrada en este blog del 14 de enero del 2009. Es un discurso de Gervasio Sánchez que merece ser leído y recordado.

Discurso de GERVASIO SÁNCHEZ al recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía el 7 de Mayo de 2008, por su trabajo “Vidas minadas” y su foto “Sofía y Alia”, con la que retrata (y denuncia) el uso de minas antipersona.
“Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofía Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte. Muchas gracias.”

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