viernes, 30 de septiembre de 2011

Finjamos que


Finjamos que las elecciones se han convocado de buena fe, como si no hubiera habido ya un traspaso de poderes ni Rajoy hubiera sido tocado por el dedo de Zapatero como en su día fue tocado por el de Aznar. Simulemos que Zapatero no ha transmitido al electorado la idea de que la solución a la crisis es de derechas, incluso de extrema derecha. Hagamos como que no hemos oído decir a Felipe González, por poner un ejemplo, que el mejor Zapatero es el anti-Zapatero de los últimos meses. Comportémonos como si a Rubalcaba no le hubieran hundido el barco desde la mismísima Moncloa apenas iniciada su singladura. Aparentemos que el PSOE ha apurado su programa electoral hasta las heces y que no ha tomado ninguna decisión importante que se encontrara fuera de él. Proclamemos que la reforma fraudulenta de la Constitución fue de verdad para calmar a los mercados (que siguen de los nervios) y no para decirnos de forma subliminal quién manda aquí. Guardemos las formas, por favor. Acudamos a las urnas como si quienes se presentan son quienes se presentan y quienes ganan son quienes ganan, procedamos como si fueran a mandar aquellos a los que votamos, como si viviéramos en una democracia en la que la política da órdenes a la economía y no la economía a la política. Vamos a imaginar que el heredero, al que llamaremos vencedor, no será el chico de los recados de un Gobierno de facto formado por especuladores. Que a nadie se le ocurra tirar de la manta, poner las cartas boca arriba, aguarnos la fiesta. Creámonos que los candidatos pueden decir al pueblo la verdad. Afrontemos en fin la campaña con el espíritu entre resignado e ingenuo de quien se dispone a jugar una partida de parchís en un día de lluvia. Respetemos las reglas, por estúpidas, bobas o arbitrarias que parezcan. Sale el que saca cinco y si te como cuento veinte. Venga.

Juan José Millás, “finjamos que” El País 30 septiembre 2011.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Arcachon, Francia.





Sigo descargando fotos de este pasado verano. De esta zona de Francia ya publiqué alguna foto más.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Oporto









Repasando, buscando, clasificando fotos, me encuentro con estas de Oporto, y aunque estoy seguro de haber publicado ya en este blog alguna de ellas,  no me puedo resistir a dejar de nuevo un recuerdo de esta ciudad que me encanta,  y que por suerte tenemos tan cerca.

martes, 27 de septiembre de 2011

Ríos



Fotos: Río Tajo a su paso por Aranjuez, fotografías del día 23 septiembre 2011.

Los ríos trazan fronteras, pero a su vez están en constante movimiento. Serenan el espíritu al contemplarlos y también pueden sorprendernos por su eterno carácter cambiante. Una rambla puede convertirse en un torrente en pocas horas, que arrastra rocas y sedimentos hasta el mar, haciendo que éste dé forma a las playas y nutra el rico ecosistema marino; nada, en efecto, se pierde en el mar, ya que los ríos encuentran en él su destino y fuente originaria. Donde la vida en la Tierra nació encontramos especies que son capaces de adaptarse para pasar parte de su vida en aguas dulces y saladas, en un mundo siempre cambiante. Los ríos y humedales crean al paisaje, no sea más que por moverse ellos mismos en busca de su espacio vital, que no por ocupado por el hombre deja el río de disputarlo con bravura, para seguir discurriendo por donde la ley de la gravedad le dicta.

Extraído de “Ríos de letras” Antología de la imagen del agua y de los Ríos en la literatura. Pedro Brufao Curiel y Manuel García Castellón-Benarroch. Ilustraciones de Marina Arespacochaga. Editorial Clan.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Fomentar la lectura


Fomentar la lectura y la escritura es una tarea de la educación humanista que resulta más fácil de elogiar que de llevar eficazmente a la práctica. En esta ocasión, como en otras, el exceso de celo puede ser contraproducente y se logra a veces hacer aborrecer la lectura convirtiéndola en obligación, en lugar de contagiarla como un placer. Lo ha diagnosticado muy bien Gianni Rodari en su simpática Gramática de la fantasía: “El encuentro decisivo entre los chicos y los libros se produce en los pupitres del colegio. Si se produce en una situación creativa, donde cuenta la vida y no el ejercicio, podrá surgir ese gusto por la lectura con el cual no se nace, porque no es un instinto. Si se produce en una situación burocrática, si al libro se lo maltrata como instrumento de ejercitaciones (copias, resúmenes, análisis gramatical, etc.), sofocado por el mecanismo tradicional “examen-juicio”, podrá nacer la técnica de la lectura, pero no el gusto. Los chicos sabrán leer; pero leerán sólo si se les obliga. Y, fuera de la obligación, se refugiarán en las historietas –aun cuando sean capaces de lecturas más completas y más ricas-, tal vez sólo porque las historietas se han salvado de la “contaminación” de la escuela.”

Extraído de “El valor de educar” de Fernando Savater. Editorial Ariel, segunda edición 1997.

Enamorarse


La atracción romántica es una gran obsesión, una fijación que absorbe y consume toda la atención y energía psíquica de la persona. El amor implica, entre otras cosas, imaginación e idealización. De hecho, es casi imposible transmitir lo que es el amor a una persona que no cree en él, algo así como describir el color verde a un daltónico. No obstante, casi todos sabemos lo que es enamorarse. Cuando nos enamoramos nos encontramos como en otro mundo, abstraídos, absortos por la fiebre de la pasión, sin aliento, inconscientes de nuestro entorno, anestesiados por la dicha tan intensa. Los enamorados se sienten abrumados por esa cascada incontrolable de emociones paroxísmicas y sentimientos arrolladores de euforia, expansividad, excitación y embelesamiento. Viven ese estado sublime de éxtasis, encantamiento, ensueño, esperanza y anhelo por la persona amada: pero también experimentan ansiedad, miedo de no se correspondidos, aprensión y tormento. Porque como tantos han dicho, en ningún otro momento nos encontramos tan vulnerables e indefensos contra el sufrimiento como cuando estamos enamorados.

Extraído de “La pareja rota” de Luis Rojas Marcos. Editorial Espasa Hoy. Quinta edición del 1994.

martes, 20 de septiembre de 2011

Muerte como lomo de pez

Foto: Río Duero a su paso por Soria

Cierto día vendí mi alma al diablo a cambio de conocer el futuro con veinticuatro horas de antelación, y se me concedió lo solicitado, y con mi poder alcancé pronto la plenitud profesional y mis certeras exclusivas –desastres naturales, cambios políticos, asesinatos, cotizaciones de bolsa- aumentaron la tirada de mi periódico y para ello no tenía más que mirarme en el espejo y leer en mi ojo izquierdo todas las futuras noticias de primera página que se producirían después con sobrecogedora puntualidad, y fui feliz, lo fui hasta que anoche leí en mi ojo izquierdo mi propia muerte, ahogado bajo el agua negra y musgosa, y sentí entonces un escalofrío porque sabía que el futuro se registraba infaliblemente, y me he encerrado, bajo doble llave, en la oscuridad de mi dormitorio, donde, paralizado, escucho ahora un suave bramido creciente, y uno tiene la sensación de que el río que atraviesa la ciudad ha comenzado a desbordarse.

Muerte como lomo de pez. Los líquenes del sueño de Ángel Olgoso. Tropo Editores.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Opciones



La complejidad de nuestra vida interior es consecuencia de las múltiples opciones y posibilidades a nuestro alcance. Las vivencias que tratamos de entender no son simples emociones, sino mezclas oscuras e intrincadas de sentimientos y deseos. Las emociones simples y claras desaparecieron cuando desaparecieron las costumbres y normas sociales simples y claras que solían guiar nuestra vida antiguamente.

Arlene Skolnick, El paraíso amurallado, 1991.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Momentos


Una vida –cualquiera- se resume en una serie de acontecimientos especiales, de puntos y aparte. Puntos que, por más tiempo que transcurra, permanecen intactos en la memoria, remanentes hasta el mismo día en que nos alcanza la muerte.

Si deseamos que aparezcan, basta con pararse a pensar en todo lo que uno ha hecho durante su vida (o en lo que no ha hecho) y la sucesión de esas imágenes, difusas en la mente, son el unir los puntos de nuestra existencia.

No suelen ser hechos trascendentes, sino simples momentos tan insignificantes para cualquier otra persona como especiales para uno mismo: el primer “te quiero”, la muerte de un familiar o la muerte de un ser querido, la frontera que traza el primer “usted”, el temblor de piernas incontrolables tras un accidente, las noches pasadas en un hospital prometiendo cosas a un dios que después olvidas, el primer beso en los labios o el primer beso en la boca –nunca es lo mismo-, la peor discusión con tu mejor amigo, ver tempranear al sol, la cicatriz más grande del cuerpo, el brotar de una vida, las noches en casa de los abuelos, descubrir que una pesadilla ha sido una pesadilla o la primera vez que comprendes que siempre que alguien quiere comprar hay alguien que, al final, vende.

Extraído de “El bolígrafo de gel verde” de Eloy Moreno. Editorial Espasa

viernes, 16 de septiembre de 2011

La vida.



¿Conoces este chiste? Dos señoras de edad están
en un hotel de alta montaña y dice una:
-Vaya, aquí la comida es realmente terrible.
Y contesta la otra:
-Sí, y además las raciones son tan pequeñas…

Pues, básicamente, así es como me parece la vida:
llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza,
y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa.

Wody Allen, de la película Annie Hall.

jueves, 15 de septiembre de 2011

La mujer y el trabajo


Antiguamente, cuando los maridos prohibían a sus esposas trabajar fuera de casa, la mujer consideraba a los hombres la causa de su opresión. Hoy, las mujeres son libres de elegir entre un trabajo, el hogar o hacerlo todo. La fuente de opresión de la mujer ahora es su profunda necesidad de hacer feliz a todo el mundo y la culpa que siente cuando irremediablemente fracasa en su empeño. Paula F. Eagle, Confesiones de una madre. 1993.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Hijos.


Vuestros hijos no son vuestros hijos, son los hijos y las hijas del anhelo de la vida, ansiosa por perpetuarse. Por medio de vosotros se conciben, mas no de vosotros. Y aunque están a vuestro lado, no os pertenecen. Podéis darles vuestro amor, no vuestros pensamientos. Porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis albergar sus cuerpos, no sus almas. Porque sus almas habitan en la casa del futuro, cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños. Podéis esforzaros en ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como vosotros. Porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.

Khalil Gibran, El profeta, 1923.

martes, 13 de septiembre de 2011

La esencia evolutiva del amor humano.


La esencia evolutiva del amor humano, responsable de la gran variedad de nuestra especie, nos plantea un increíble reto, un interminable argumento: comenzamos por el éxtasis sublime del enamoramiento; luego llega la intimidad profunda de la unión; con el tiempo, volvemos a experimentar el ansia seductora de la novedad y del romance; más tarde nos enfrentamos con el tormento del abandono, para concluir con la necesidad vital de emparejarnos de nuevo… La pasión romántica es poderosa, pero fugaz. No es de extrañar que a tantos hombres y mujeres a lo largo de la vida se les haya partido el corazón.

Helen E. Fisher. La anatomía del amor, 1990.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Llueve



Llueve. Llueve sin tregua sobre la isla. Llueve con una persistencia pegajosa y sobrenatural. Tendido en el jergón de bambú, empapado por el sudor y la humedad, tiene la vista errante en el ojo de buey de la lejanía sin horizonte, en el azul intenso y puro, en la arena abrasada de la playa desierta, en las palmeras y margallones hinchados de pulpa calada y tallos prensiles, en el hormigueo de las burbujas de lluvia que estallan viscosas sobre la lona curtida de los toldos, sobre las pencas de pescado en salmuera, sobre el barniz deshecho de los maderos del bungalow. Lo ve todo a través de sus gafas oscuras. Hace mucho tiempo que subió las persianas y abrió los podridos postigos de la habitación. Difusos cendales de lluvia verde-gris empañan el archipiélago entero con su rumor impreciso, ondulante y musgoso, excitando los sentidos y erizándolos de sofocantes olores, salazones pestilentes, caña de azúcar quemada, azafrán y jengibre y pimienta, flores, algas secas, tostaderos y vegetación renovada. Había partido de lejanas tierras en busca del paraíso. Siempre tuvo presentes a Gauguin y a Stevenson, a sus vidas transcurriendo en la radiante beatitud y en la inmensa y exótica soledad de los mares del sur. Como él ahora en esta cama, en esta isla dorada de maravillas, hospitalaria y salobre, bajo el brumoso enrejado de la lluvia, rodeado, aunque no turbado, por generosas indígenas, alegres y tímidas, ataviadas con ajorcas y collares, por galeones hundidos, peces luminosos, lunas tórridas, telúricas tormentas nocturnas, pájaros esmeralda y turquesa, lametazos de sombra rebrillando en la espesura enmarañada, chalupas danzando en pleamar o luchando contra tiburones fosforescentes. Llueve sin cesar, en racimos blanquecinos, Días y noches insomnes. Lloviendo. El zumbido amarillo de la desolación reverbera y resuena como los picotazos de los insectos, como el lenguaje de las serpientes, como el delicado y tibio ribeteo de las olas, como las goteras en los garrafones, calabazas y cocos vacíos. No escampa. El zumbido amarillo de la desolación se ensancha e irrumpe con sosiego sobre la vela consumida, sobre el quitasol, sobre el vaso de daiquiri a medio beber, sobre sus gafas de sol, sobre su mano helada, sobre el tambor de la pistola donde falta una bala.

Llueve. Relato “Daiquiri” extraído de la obra Los líquenes del sueño, de Ángel Olgoso. Tropo Editores.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Los males, pasados y venideros.


Apenas recordamos nuestras dichas, y los golpes más agudos de la pena nos dejan tan sólo punzadas efímeras. El sentido no tolera las extremidades, y los pesares nos destruyen o se destruyen. Llorar hasta volverse piedra es fábula: las aflicciones producen callosidades, las desgracias son resbaladizas, o caen como la nieve sobre nosotros; lo cual, sin embargo, no es un infeliz entumecimiento. Ignorar los males venideros, y olvidar los males pasados, es una misericordiosa disposición de la naturaleza, por la cual digerimos la mixtura de nuestros escasos y malvados días; y, al no recaer nuestros liberados sentidos en hirientes remembranzas, nuestras penas no se mantienen en carne viva por el filo de las repeticiones. Sir Thomas Browne, médico inglés. 1658

viernes, 9 de septiembre de 2011

Lejano


Quisiera revivir este recuerdo...
Pero está extinguido ahora....
casi nada subsiste
yace lejos, en los años de mi adolescencia.

Una piel hecha de jazmines en la noche...
Aquella de agosto -¿fue agosto?- recuerdo apenas...
Aquellos ojos; eran, creo azules...
Sí, azules: como el zafiro

Konstantinos Kavafis

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El día antes de la felicidad

Foto: Aula donde impartió clase Antonio Machado en Baeza (Jaén)

En el colegio estaban los pobres y los demás. Los de la pobreza como yo recibían a las once un trozo de pan con mermelada de membrillo, que nos traía el bedel. Junto a él entraba un olor a horno con el que se te hacía la boca agua. A los demás, nada, ellos tenían una merienda que se traían de casa. Otra diferencia era que los de la pobreza llevaban en primavera la cabeza rapada a causa de los piojos, los demás conservaban el pelo.

Se escribía con plumilla y con la tinta que estaba en cada pupitre dentro de un agujero. Escribir era como pintar, se mojaba la plumilla, se dejaban caer las gotas hasta que solo quedaba una y con ésta podía escribirse casi media palabra. Después se mojaba otra vez. Nosotros los de la pobreza secábamos la hoja con el aliento cálido. Bajo el soplido, el azul de la tinta temblaba cambiando de color. Los demás secaban con el papel secante. Era más hermoso nuestro gesto, que levantaba viento sobre la hoja extendida. Los demás, en cambio, aplastaban las palabras bajo la cartulina blanca. Extraído de “El día antes de la felicidad” autor Erri de Luca, editorial Siruela.

martes, 6 de septiembre de 2011

La mano.


Al contrario de lo que suele pensarse, los más peligrosos enemigos acechan siempre desde una distancia demasiado corta como para permitir que nos defendamos cómodamente. Advertí que mi mano izquierda se estaba volviendo contra mí el día que trazó un leve movimiento bascular. Aparentemente todo era normal en ella. Pendía mansa a lo largo del costado mientras sus huesos, nervios y uñas mantenían un aspecto impecable, y sus poros y pliegues infinitesimales estaban decididamente bien distribuidos. A pesar de todo, me dediqué a espiarla con insistencia. No hallé explicación al fenómeno. Quizá se encontraba fatigada por el continuo paso de su dedo anular sobre mi ceja derecha, o tal vez avergonzada de empuñar el paraguas que yo utilizaba para vaciar los ojos de las damas. Durante algún tiempo no experimenté movimientos bruscos en mi mano izquierda. Pero aquella extremidad se volvía violácea casi imperceptiblemente y yo me iba sintiendo desposeído. Una noche la encontré apretando mi cuello con terrible fuerza. Intenté desprenderme. Tras una lucha desigual, logré dominarla, bajé al sótano y la corté de un solo tajo con el hacha familiar. Al día siguiente el carnicero me pagó bien por ella, pero he de confesar que hoy noto con cierto desagrado su ausencia.

El garfio. Los líquenes del sueño de Ángel Olgoso. Tropo Editores.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Ventanas


En esas habitaciones oscuras donde vivo
pesados días, con qué anhelo contemplo a veces
las ventanas. –Cuándo se abrirá
una de ellas y qué ha de traerme-.
Pero esa ventana no se encuentra, o yo no sé
hallarla. Y quizá mejor sea así.
Quizá esa luz fuese para mi otra tortura.
Quién sabe cuántas cosas nuevas mostraría.

Ventanas. Konstantinos Kavafis (1863-1933) nació y murió en Alejandría.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Otoño caliente.


Es muy de agradecer que los mercados hayan dado a Zapatero órdenes tajantes de adelantar las elecciones. De otro modo, y en vista de la pericia que está demostrando en la marcha atrás, podría cargarse las leyes relacionadas con la igualdad y los derechos civiles que él mismo impulsó durante la primera legislatura. Resulta impresionante la velocidad a la que conduce la locomotora en dirección contraria a sí mismo. Aspiraba a ser un presidente borgiano y ha devenido en un converso radical, de los que se comen a los caníbales. Si antes le molestaba que los poderosos votaran todos los días del año, ahora le irrita que no lo hagan cada hora. Pero él está dispuesto a enmendar ese error de la naturaleza, le va a hacer a Rajoy el programa de siete legislaturas, para que no tenga necesidad de salir del letargo que se le atribuye. Ha dejado sin espacio a los partidarios de la derecha económica y a los de la extrema derecha financiera. Y para que quede claro quién manda aquí, gobierne quien gobierne, comunica sus decisiones al líder del PP antes que a los órganos del PSOE y que al mismísimo Rubalcaba, cuyo pragmatismo felipista, en tal situación, parece un realismo de provincias. En todo esto hay muy poco Borges y mucho Lazarillo de Tormes, o sea, más picaresca española que metafísica rioplatense. Y democracia cero, claro, lo llaman democracia y no lo es. Menos mal, ya decimos, que los mercados, como los ricos franceses, tienen su sensibilidad y le han dado órdenes de dejar de romper piernas, que se estaba pasando. En todo caso, ha puesto contra las cuerdas a su propio partido, a IU, a los sindicatos y al 15-M, que están lógicamente a cinco minutos de tomar la calle. Esto es lo que se llama no decepcionar al respetable. En otras palabras, una biografía, literalmente hablando, de la hostia. El otoño caliente está servido. Juan José Millás. El País 2 de septiembre 2011.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Anomalía


Al salir de la barbería en la que le han lavado y cortado el pelo, un señor de traje gris descubre que el mundo ha desaparecido. Atónito, pero prudente, permanece de pie sobre el bordillo que separaba antes el establecimiento de la calle. Semejante calamidad sólo puede deberse a un sueño, piensa ingenuamente el señor; sin embargo, y aunque los puntos cardinales se han disipado por complejo, siente lo que está ocurriendo de una manera aritmética y tangible. Además, su reloj de pulsera se ha parado. En lugar del mundo ahora hay una neblina que tiene la viscosidad de la miel y la forma de un cubo de infinitos lados. Al señor todo esto le parece un ultraje considerable, el mayor robo que nunca ha conocido. Alguien debería restituirle a la humanidad su mundo. Aunque, a decir verdad, ya no hay nadie a quien devolvérselo, por consiguiente debe olvidarse de esa misión descabellada y dedicarse a mimar su propia supervivencia. Cabe pensar, en efecto, que tampoco hay nada que amenace seriamente su vida: ningún policía, ninguna institución, ningún psicópata, ninguna idea, ningún desarreglo de la naturaleza. Por tanto sólo debe protegerse de sí mismo y del tiempo. Lo que antes constituía el mundo, ahora se ha convertido en un inmenso refugio vacío, en una única región con un único dueño: él, el señor del traje gris. Al fin y al cabo es él quien ha hecho el descubrimiento. El último hombre vivo. Desde su centro de operaciones, la barbería, custodiará los confines de su desaforado imperio, dictará nuevas leyes y estudiará el modo de alcanzar la inmortalidad. Satisfecho consigo mismo, el señor del traje gris se da la vuelta, dispuesto a entrar en la barbería como quien va a tomar posesión de algo, cordial y severamente. Dentro, el barbero aprieta el puño sobre la navaja de afeitar.

Anomalía. Los líquenes del sueño de Ángel Olgoso. Tropo Editores.