lunes, 29 de diciembre de 2008

Córdoba.

Enfila el callejón de los Judíos, a tu izquierda te toparás con la minúscula plaza de Tiberiades, donde se alza la figura en bronce del filósofo judío Maimónides y un poco más adelante, a la derecha está el Zoco de los Artesanos. Alrededor de un patio se ordenan los diferentes talleres y tiendas. Sigue por la misma calle y a dos pasos verás la Sinagoga.
Durante el siglo X Córdoba fue el mayor centro económico y cultural de Occidente y un ejemplo de convivencia entre diferentes culturas, judíos, cristianos y musulmanes.

Maimónides. Córdoba.

El zoco. Córdoba

Sinagoga. Córdoba.

El turista.


Con frecuencia, al caminar por las ciudades, he observado que el turista se parece a un adicto a la caza menor. Avanza entre los prodigios como un merodeador fatigado, vigilando algo, alza la cámara como si apuntara un fusil y tras el disparo vuelve a colgársela del hombro con el desinterés y el alivio de quien ha cobrado una pieza no demasiado relevante. Uno prefiere ir por ahí desarmado de cámaras y de guías, dejando al azar y al instinto el sentido de sus itinerarios y confiando a la memoria la perduración de las cosas que ve. A uno lo que le gusta, cuando ha llegado a una ciudad y se ha inscrito en el hotel, es salir a la calle para mirarlo todo con codicia indolente, rondar los lugares que ya sabe que lo esperan, perderse a la zaga de la más leve incitación, de una torre o de una palmera vislumbrada a lo lejos o de un olor a jazmines tan poderoso como la cercanía de una mujer deseada. Córdoba de los omeyas. Antonio Muñoz Molina.

martes, 23 de diciembre de 2008

Niños y adultos.


No llego a comprender por qué, siendo los niños tan inteligentes, los adultos son tan tontos. Debe ser fruto de la educación. Alexandre Dumas, hijo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Ausencias.


Las cosas que nos faltan, cuántas cosas. Las que quedaron en el camino o nunca accedieron a él. Quien más, quien menos, todos llevamos una filatelia de las ausencias.
Hay partidas, adioses de los que no volvieron ni volverán. Aun en las mejores y conquistadas alegrías, sobreviene de pronto un vacío y nos quedamos taciturnos, solos, tiernamente desolados.
Por suerte cuando soñamos vuelven todos, los que todavía son y los que fueron. Y abrazamos fantasmas, almas en pena y almas en gloria. Ellos nos cuentan su impiadosa sobrevida, aunque, eso sí, marcando siempre su territorio, que es sólo invierno.Su exilio tan pasivo, tan inerte, no está consolidado. Con su martirio, nos martirizamos, quizá porque sabemos que todo eso acaba en un opaco despertar. Viene entonces la fase de ojos abiertos, También llamada insomnio. Allá arriba está el cielo raso, con la araña de siempre en su rincón de redes. Nos faltan manos para acariciar, labios para besar, cintura para estrechar, cuerpo que penetrar. Todo es ausencia. Mario Benedetti. Vivir adrede.

jueves, 18 de diciembre de 2008

El Horizonte.

El horizonte es una meta inalcanzable. Como la alegría, como el dolor. Es el desafío para las utopías, la asunción de la irrealidad. No obstante, sin horizonte no habría mundo, ya que éste es después de todo una multiplicación de horizontes. Cada hombre, cada mujer y a veces cada niño, tiene un horizonte propio. Y también lo tiene cada sentimiento: el odio tiene un horizonte que es el fin de lo aborrecido, y el amor tiene otro que es la conquista del cuerpo y el alma del sujeto amado. Pero tanto el odio como el amor suelen llegar a su meta antes de alcanzar el horizonte. Tanto odiantes como amorosos quedan estupefactos ante la eterna lejanía del horizonte.
El único horizonte que por fin se alcanza es el de la muerte, pero quienes lo atraviesan nunca vuelven para contarnos lo que hay después. Con el horizonte no se juega. Se esconde en la noche sideral, pero no recordamos dónde estaba. Y cuando vuelve el alba, se burla de nosotros con su resurrección profana, inesperada.
Ni siquiera los pájaros lo atraviesan, por el compresible miedo de perder sus alas. Hay quien sostiene que el horizonte es un bramante que va de Dios al Diablo y viceversa, y que por eso nada tiene que ver con las criaturas de este mundo. Mario Benedetti. Vivir adrede.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La víctima y el verdugo.


Hitler fue “un genio militar incomparable” que “dotó a Alemania de orden público y de un régimen ejemplar con un sistema judicial apropiado” Quien proclama tanta admiración por el responsable del exterminio de más de seis millones de judíos se llama Moshe Feiglin y está en el movimiento por el Liderazgo Judío, y forma parte del ala más extremista del Likud, el partido conservador israelí que lidera Benjamin Netanyahu, firme candidato a ganar las elecciones legislativas del próximo 10 de febrero. ¿Quién se atreve ahora a cuestionar esa vieja sentencia que aconseja conocer la historia para no cometer los mismos errores?
Ahora bien, ¿cuáles fueron para Feiglin los errores de aquel “régimen ejemplar”? En un manifiesto que publicó hace cinco años en la página web de su movimiento, y que acaba de desaparecer de la Red en cuanto se ha visto que Feiglin será con toda seguridad uno de los parlamentarios elegidos en las listas del Likud, cuenta lo que haría “el día después” si fuera elegido primer ministro. Lo primero: rezar una plegaria de agradecimiento en el Monte del Templo de Jerusalén. Inmediatamente después sacaría a Israel de las Naciones Unidas, cerraría las embajadas de su país en Alemania y en otras naciones antisemitas, ajustaría los horarios escolares al calendario judío y ordenaría que acabara el flujo hacia la Autoridad Palestina de fondos, bienes, agua, electricidad y comunicación…
En la inspección que hace uno de los líderes nazis a los cargamentos destinados a la construcción de los que serían los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, que Vasili Grossman describe en Vida y destino, observa que hay allí “piezas sueltas de varios mecanismos, canalones, cintas transportadoras aún sin montar, tubos de diferentes diámetros, sopladores y ventiladores, trituradoras de huesos…” Feiglin reconoce admirar el orden público del régimen nazi. ¿Y qué opina de su eficacia como maquinaria de destrucción? El líder más extremista del Likud considera que el sionismo es racista y que los palestinos son inferiores. Que sus antepasados fueran víctimas del gran verdugo nazi no parece importarle demasiado. ¿Cuáles son, pues, las lecciones que Feiglin extrae de la historia? La víctima y el verdugo. El País 17 diciembre 2008.

martes, 16 de diciembre de 2008

Ignorancia.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. Fraçois de la Rochefoucauld. Escritor francés. 1613-1680.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Fotografías.

Las fotografías del antaño lejano y del antaño cercano no nos miran y no se cansan de mirarnos, siempre con la misma pregunta “¿Y qué pasó después?”. A veces las respondemos pera la respuesta no les llega. Están aislados, inmóviles, sordos los pobres. Hay fotos que nos dejan amor, afectos, lealtades, simpatía, y no las podemos olvidar. Otras que nos dejan odios, enconos, fobias, desdenes; tampoco las podemos olvidar. A las primeras las encuadramos; a las segundas, las archivamos con otros desperdicios.
Hay poses de familia que son una síntesis de tiempo, pero también hay instantáneas que son apenas el pellizco de un pasado minúsculo. También nosotros, móviles y vivientes, vamos de a poco metiéndonos en fotos, y en ellas (por ahora) nos miramos a nosotros mismos. Pero los habitantes del 2008 o el 2009 mirarán nuestros rostros fotografiados y desde ellos les preguntaremos “¿Qué pasó después?” Qué cosa, ¿no? Mario Benedetti. Vivir adrede.

sábado, 13 de diciembre de 2008

El miedo.


No se juega con el miedo porque el miedo puede ser un arma de defensa propia, una forma inocente o culpable de coraje. El miedo nos abre los ojos y nos cierra los puños y nos mete en el riesgo desaprensivamente. Andamos por el mundo con el miedo a cuestas como si fuera un pudor obligatorio o en su defecto una variante del fracaso. Tal vez sea el mandamiento o quizás el mandamiento de alguna desconocida ley, de un dios cualquiera. Por las dudas, una buena fórmula contra el miedo puede ser la que dejó escrita el bueno de Pessoa: “Espera lo mejor y prepárate para lo peor”. Mario Benedetti. Vivir adrede.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Enfadarse

Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Oscar Wilde.


No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mi mismo es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. Oscar Wilde. Dramaturgo y novelista irlandés. 1854-1900

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Jaén.


Jaén. Antonio Machado, que amó tanto estos paisajes, se dio cuenta de que sólo la repetición transmitía su belleza severa y monótona: “Campo, campo, campo./ Entre los olivos/ los cortijos blancos”. Olivos, olivos, olivos: líneas rectas de copas idénticas, redondas, de un verde grisáceo, perdiéndose como las líneas imaginarias de la perspectiva. Y a lo lejos, en el punto de fuga, en el horizonte, las sierras azules, el límite del mundo, azul contra el azul del cielo, a veces recortado contra él, a veces fundido en una bruma casi marítima. Territorio interior. Antonio Muñoz Molina.

martes, 9 de diciembre de 2008

Monsaraz. Alentejo. Portugal.

En pleno corazón de la región portuguesa del Alentejo, a pocos kilómetros de la frontera española, regada por el Guadiana y rodeada de tierras salpicadas de alcornoques y olivos, poblada en la antigüedad por romanos, árabes, judíos y la Orden del Temple, encerrada entre sus murallas, encaramada en un cerro que ofrece preciosas vistas, se encuentra la villa de Monsaraz. Está considerada por muchos, y es verdad que no exageran, quizás el pueblo más bonito de Portugal.

Monsaraz. Alentejo. Portugal.

Monsaraz. Alentejo. Portugal.

Monsaraz. Alentejo. Portugal.

Monsaraz. Alentejo. Portugal.

Monsaraz. Alentejo. Portugal.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Catedrales.


La más fuerte impresión de nuestra primera juventud –teníamos a la sazón siete años-, de la que conservamos todavía un vivido recuerdo fue la emoción que provocó, en nuestra alma de niño, la vista de una catedral gótica(…). Después, la visión se transformó, el hábito modificó el carácter vivo y patético de aquel primer contacto, pero jamás hemos podido dejar de sentir una especie de arrobamiento ante estos bellos libros de imágenes que se levantan en nuestras ciudades y que despliegan hacia el cielo sus hojas esculpidas en piedra. Fulcanelli. El misterio de las catedrales.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Maldad


Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. Mahatma Gandhi.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Acercar la política al ciudadano.


¿Cómo acercar la política al ciudadano?; ¿cómo exorcizar esa impresión de que todos los políticos mienten por igual y por lo tanto es lo mismo votar por unos o por otros, o no votar?; ¿con qué anticuerpos inmunizar contra la indiferencia?: restituyendo al ciudadano soberanía y poder, garantizándole la decisión sobre la cosa pública. Sólo quien cuenta con los datos informativos esenciales, sin su manipulación, puede decidir con conocimiento de causa. Aquel que es manipulado o engañado no podrá elegir nada, o incluso peor: será inducido a deliberar algo diferente a lo que se imagina decidir. Flores D’Arcais. El soberano y el disidente.

martes, 2 de diciembre de 2008

La libertad.

Si tengo una piedra en la mano, soy libre de conservarla o de tirarla, pero si la tiro a lo lejos ya no puedo ordenarle que vuelva para seguir teniéndola en la mano. Lo serio de la libertad es que cada acto libre que hago limita mis posibilidades al elegir y realizar una de ellas.- Fernando Savater - Ética para Amador.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Felicidad.


Queremos ser más felices que los demás, y eso es dificilísimo, porque siempre les imaginamos mucho más felices de lo que son en realidad. Montesquieu.